Es la doctrina según la cual el conocimiento humano solo tiene por objeto relaciones, sin llegar nunca al de lo absoluto, niega la posibilidad de que los conocimientos o valores posean validez universal.
Es una posición filosófica que sostiene en ciertos aspectos que no existen hechos o principios universales compartidos por todas las culturas.
Es una postura intermedia entre el realismo absoluto y el escepticismo que subraya la dependencia de factores externos, como tales considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, la pertenencia a un determinado círculo cultural y los factores determinantes contenidos en el.
Dentro de esta actitud las tres corrientes más significativas son: el relativismo subjetivista, relativismo social y el relativismo cultural.
Relativismo subjetivista: los primeros planteamientos los propusieron los sofistas en el siglo V a. C. Entre ellos sobresale Protágoras de Abdera, que defiende un relativismo subjetivista. Recurre a la propia subjetividad como criterio, en otras palabras: “Lo que a mí me parece verdad, eso es verdad para mí. Lo que a ti te parece verdad, eso es verdad para ti, porque tú eres hombre y yo también lo soy”. En consecuencia le hombre es la medida de todas las cosas.
Relativismo social: surge a mediados del s XIX de la mano de E. Durkheim. Defiende que el individuo es modelado por su entorno social: su conciencia es un reflejo de la sociedad que le envuelve y le impone sus normas, valores, creencias y verdades. En consecuencia, la verdad es relativa a cada sociedad.
Relativismo cultural: su máximo representante es Spengler. Defiende que cada cultura tiene su propia alma, es decir, su modo propio de sentir, juzgar y valorar. La verdad es relativa a cada cultura y el individuo es reflejo del alma de la cultura que lo arropa.
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